El primer gran choque de civilizaciones se dio entre Macedonia y Persia. Pero ya nada queda de esa grandeza en esas tierras: una Grecia esquilmada y una Irak totalitaria.
La historia es cruel con sus personajes: Después de Alejando sus conquistas se disolvieron en la nada hasta Roma y a Darío lo mataron sus propios nobles (la envidia y el desagradecimiento).
Fue en un primero de octubre de hace más de 2.300 años: la batalla de Gaumela, al norte del actual Irak. El enfrentamiento del ejercito más poderoso del mundo, el del Imperio Aqueménida (la leyenda cuenta que formado por un millón de soldados, los historiadores actuales lo rebajan a un cuarto) contra el mejor estratega militar y su ejercito de solo 50.000 soldados. Ganó Alejandro, El Magno (Megalejandrou) gracias a su táctica oblicua y el curso de la historia cambió en unas horas.
Pero lo interesante de la historia es como se pueden modificarse los estados de ánimos, las predisposiciones de los colectivos, como se puede manipular hábilmente las masas.
En los días previos a la batalla, mientras los ejércitos avanzaban se pudo contemplar un eclipse lunar, una Luna Negra. Un eclipse (ἔκλειψις, ékleipsis) es una desaparición. Tanto Persas como griegos eran ya grandes astrónomos y sabían que el eclipse lunar era provocado porque la Tierra se interponía entre ésta y el Sol proyectando una sombra que la hacía desaparecer. En todas las culturas la Luna Negra era un mal augurio, representaba una alteración del orden, el kosmos, conducente al kaos. La tropa --de ambos lados-- así lo interpretaron. Pero Alejandro, en su astucia interpretó para sus soldados el fenómeno de forma diferente: El símbolo de los Macedonios era el Sol y el de los Persas, la Luna. El mensaje que los dioses les trasmitían era que el Sol (el Imperio Macedonio) eclipsaría a la Luna (el Imperio Aqueménida). La moral de la tropa macedonia se disparó, mientras que la persa estaba por los suelos.
Una vez iniciada la batalla y las primeras escaramuzas triunfadoras de los Macedonios gracias a sus innovaciones tácticas, Dario entró en pánico y huyó. La creencia en la superstición es signo de falta de confianza en uno mismo y así perdió la batalla --y después su vida-- y el curso de la historia cambió. Es posible que si hubiera resistido un poco más, la historia hubiese sido diferente.
Por eso, dijo Alejandro: «Así como no caben dos soles en el mismo cielo, no caben Alejandro y Dario en la misma Tierra.» Era como un principio de exclusión lógico, solo uno de los dos valores puede ser verdadero simultáneamente. Principio que seguramente enseñó Aristóteles a su mejor discípulo.
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