Los temas se repiten, la repetición de la historia es uno de ellos. Es un debate central para la historiografía: cómo se conduce la historia. ¿Existe ese gran espíritu que la guía? Ya sea el tiempo circular de los clásicos griegos, sea la providencia divina san agustiniana, el logos clásico de los estoicos o el espíritu hegeliano.
La teoría de la conspiración, de refilón, se cuela por aquí: un grupo de hombres poderosos son los que guían los destinos de la humanidad atendiendo a sus oscuros y espurios intereses.
Una de las aportaciones de Guerra y paz a la historiografía ─al preguntarse Tolstoi por qué Napoleón había sido derrotado en Rusia─ fue afirmar que nunca hay una sola causa, sino un conjunto de ellas. De manera que la teoría del gran hombre, aquél que con su superioridad, coraje y voluntad es capaz de determinar los acontecimientos históricos es refutada.
Pero qué decir de Alejandro Magno, Julio César, Napoleón ─por citar tres de los personajes históricos comentados en este blog─; ¿se habrían producido igualmente las conquistas que ellos consiguieron? ¿Si no lo hubieran hecho ellos, lo habrían hecho otros? ¿Los acontecimientos históricos son como fruta madura que acaba cayendo cuando es el momento y tan solo las circunstancias hacen que el que estaba en el momento adecuado y el sitio justo actué como catalizador y se lleve la fama? ¿De manera que la individualización es simplemente una cuestión de Fortuna?
No hay comentarios:
Publicar un comentario