
En su monumental obra, que también constituye un tratado (mecánico) de las pasiones, sostenía que el arrepentimiento no era una virtud sino todo lo contrario quien se arrepiente es doblemente miserable o mezquino. La primera vez al actuar según un mal deseo y la segunda --y aquí está su innovación-- por caer en un afecto triste y negativo, el arrepentimiento. Y para Spinoza, lo peor de lo peor es dejarse llevar por los sentimientos negativos porque conducen a la impotencia, a la inacción y disminuyen nuestra capacidad de actuar.
De manera que una vez has actuado mal --y tras reconocerlo-- de nada sirve el arrepentimiento, hay que pasar página y tratar de evitarlo en el futuro. El arrepentimiento no sirve de nada. El acervo popular también lo tiene claro «a lo hecho, pecho».