Santa Teresa de Jesús (s. XVI) lo dijo con extrema claridad: se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas y añadió que por las desatendidas. Aquello que se desea y se obtiene defrauda entre otras cosas porque antes se idealiza...
Lo que se materializa, se substantiviza, se realiza, tiene consecuencias, efectos y siempre existen efectos secundarios no deseados ─como los medicamentos─ ni previstos.
Lo no realizado queda en ese limbo que ni beneficia ni perjudica, se diría que es neutro
Truman Capote (1924-1984) siglos después escribió una novela con ese título ─Plegarias atendidas─ que no he leído y no creo que lea, de manera que formará parte del conjunto casi infinito de pendiente de lectura. Fue una novela póstuma (y quién sabe si inacabada). Como todo lo póstumo no contó con el visto bueno del autor (las voluntades no respetadas).
Mucho antes que Santa Teresa ─los clásicos inevitablemente─, los epicúreos propugnaron la ataraxia, la anulación de los deseos o la apatheia de los estoicos. También en las tradiciones orientales se basan en la anulación de los deseos. Buda identificó deseo con dolor y estableció una doctrina en torno de la renuncia.
Sin embargo, en el deseo está el motor del cambio. Ernst Bloch (Alemán, 1885 - 1977) puso la esperanza de la humanidad en la utopía (en un deseo, en una plegaria que por definición jamás se atenderá) y como marxista creía en el progreso hacia un fin en el que la humanidad sería, por fin, libre. Y ese motor de progreso no era otro que la esperanza de poder alcanzarlo...
Siempre existe esa dualidad en todos los temas de fondo, contrapuestos, que muchos tratan de superar con una síntesis dialéctica, con la proposición ─en muchos casos absurda─ de una tercera vía...
Parece sensato no confiar excesivamente en el futuro y en ese sentido parece buena idea la keynesiana de solucionar los problemas en el presente sin pensar en el largo plazo. Aunque, por otro lado, conviene planificar, tener un plan, un guión. El tener deseos, ilusión, perspectivas motiva para avanzar ─y evitar la procrastinación─ aunque finalmente estos deseos acaben cumpliéndose y nos tengamos que arrepentir.
Parece sensato no confiar excesivamente en el futuro y en ese sentido parece buena idea la keynesiana de solucionar los problemas en el presente sin pensar en el largo plazo. Aunque, por otro lado, conviene planificar, tener un plan, un guión. El tener deseos, ilusión, perspectivas motiva para avanzar ─y evitar la procrastinación─ aunque finalmente estos deseos acaben cumpliéndose y nos tengamos que arrepentir.
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